domingo, agosto 20, 2006

Tiempo através

Todos tenemos un número determinado de granos de arena en nuestro reloj de tiempo vital.
Son los justos y necesarios para vivir todo lo vivible.
Todos tenemos la misma cantidad de tiempo para hacer todo en la vida. Lo que nos diferencia a cada uno de nosotros es la manera en la que repartimos el tiempo para hacer las cosas; es decir, la cantidad de arena que dedicamos a cada cosa que hacemos.
Es por esto que no llegamos a hacerlo todo en la vida; ¡y no es por no tener tiempo! es por no exprimirlo lo suficiente; que no quiere decir que no hayamos aprovechado el tiempo vivido ni que lo hayamos perdido; simplemente es que lo hemos repartido a nuestro antojo según nuestros gustos y no según todo lo que podemos vivir.

La vida ideal y completa sería aquella en la que se ha llegado a vivir TODO. Por lógica sería aquella en la que se dedican los granos justos y necesarios para cada cosa que hagamos, sin dedicarle ni uno más ni uno menos. En este caso sólo se podría vivir todo una vez (solamente y únicamente UNA vez) para que nos diera tiempo a hacerlo todo TODO. Sacrificaríamos volver a hacer lo que más nos ha gustado y no podríamos evitar hacer lo que no quisiéramos, lo que temiéramos o repugnáramos.
[noo!! ¿sólo una vez cada cosa?? ¿sólo un helado de cada sabor en toda mi vida? ¿nada de repetir la comida que me gusta? ¿sólo dormir la siesta una vez en toda mi vida? ¿sólo poder jugar 2 partidas a cada juego en toda la vida (una de perder y otra de ganar)? ¿sólo un beso y un abrazo por persona? puff... :S ...]

Y es que precisamente lo que nos diferencia los unos de los otros es el gusto y la libertad de hacer aquello que queremos y no hacer aquello que no queremos; ser buenos en una cosa por haberla practicado, diferenciarnos por ser los únicos en haber conseguido hacer algo, en no haber hecho...

Solemos preguntarnos si estamos haciendo todo aquello que podemos hacer en este momento, si aprovechamos el tiempo como nos gustaría o no, si vivimos como queremos y si somos felices haciendo lo que hacemos diariamente (como deberíamos hacer).
Sin duda perdemos el tiempo haciendo muchas cosas inútiles o haciendo cosas que son inversión para poder llegar a hacer aquellos que anhelamos, pero si lo perdemos de manera voluntaria es porque realmente lo necesitábamos. (Qué me dices del remolonear esos minutos de rigor cada mañana en la cama, que me dices del gustazo de ver una peli que te guste dos veces o mil en vez de ver una nueva, del tirarse 3 horas arreglándote por no salir hasta encontrarte agusto contigo mismo, o el escuchar tu canción preferida en modo "repeat" toda la mañana hasta aprenderte la letra entera...)
¿Porqué evitar esos deliciosos momentos dedicados a tí mismo sólo porque dicen que estamos "perdiendo el tiempo"?, ¿porqué nos ponen barreras o pegas de aquello que queremos sólo porque dicen que estamos "perdiendo el tiempo" intentándolo?

Ay!, porqué haremos caso de los tontos que creen saber como aprovechar más el tiempo, sin son ellos mismos los que más tiempo pierden pensando en como conseguirlo. Esos son para mí los mayores ladrones del tiempo: que robándole el tiempo a los demás se lo están robando a ellos mismos.


[P.D. Dan, estoy de acuerdo con lo que decías, porque tampoco soporto que me hagan perder el tiempo, no es justo que nos roben lo más valioso que tenemos.
Besos para ti y para tu querido letrado, resulta que hoy habeis sido mi inspiración ;) ]

jueves, agosto 10, 2006

Juego de cometas

Hay quien se cree incapaz de jugar con cometas.
Incapaz de levantarla del suelo, de mantenerla en el aire, de evitar que se estampe contra el suelo, impedir que se rompa la cuerda o que se escape de las manos.
Hay quien piensa que es un juego sin emoción.
Que disfrutas los primeros días, por novedad, pero que un día te acabas cansando. Un juego que necesita dedicación pero que sólo se tiene alguna ocasión para ello durante pequeñas temporadas al año.
Se suele pensar que después de haber tenido tu primera cometa, la segunda ya no te parece tan divertida como la primera. Como ventajas: ya sabes cómo funciona, cómo dirigirla, qué viento le perjudica y la hace caer, qué viento la balancea mejor y que luz del dia la hace brillar más. Pero, hay desventajas: ya sabes manejarla, enseguida puedes llegar a aburrirte. O haces algo nuevo, diferente (inventas movimientos nuevos); o la acabas aparcando en el fondo del armario, al lado de la vieja.
Yo tengo dos cometas. Nunca me planteé tener ninguna. Nunca pensé que aprendería a jugar con tanta facilidad cuando conseguí mi primera; y que, después de esa, me vería capaz de hacer volar otra de diferente forma, color y dimensión.
Mi primera cometa era de color verde césped, de reflejos brillantes. Esa cometa la conseguí de pequeña pero no la hice volar alto hasta que llegué a mi adolescencia. Eran días de verano; descubrí que todavía conservaba aquella cometa y no sé porqué aquel año sus reflejos me parecieron más brillantes de lo que los recordaba. Aproveché aquellos buenos días, aprendí a jugar con ella. Pensé que sólo la podría hacer volar durante esos días, pero el invierno me sorprendió con unos días de buen tiempo que sin duda disfruté también.
Luego la primavera y de nuevo el verano.. fueron años favorables en viento y temperatura; pero el segundo invierno vino con aires tormentosos. El frío congelaba mis manos, a veces era casi imposible mantener el hilo firme y con fuerza. Una tarde de enero, el frío cubrió de escarcha el hilo, ahora resbalaba, se me escapaba de las manos. La cometa no resistió la presión y se soltó de mis manos, corrí a buscarla pero ya se había caído al suelo: demasiada altura, demasiada distancia. No pude volver a hacerla volar.
Pasaron unos años, yo dejé de pensar en la cometa. Ahora la que intentaba volar era yo.
En una de mis carrerillas hacia el vuelo personal, ¡me tropecé con una nueva cometa! esta parecía no llevar hilo, se le habría escapado a alguien. De colores rojizos con reflejos en franjas tan brillantes o más que la primera. Ésta no tiene forma de rombo, parece más un minialadelta. Su material es diferente, quizá sea más resistente.
Me encantó. Volámos por parques, calles y playas el tiempo que pudímos (sobrevolamos Lisboa)
Ahora quiero seguir jugando, pero sé que tengo menos tiempo que antes. Se acerca el invierno y de nuevo habrán pocas ocasiones para echar a volar, y las pocas serán complicadas.
Temo que el frío vuelva a escarchar el hilo, a que se me vuelva a escapar de las manos. Temo a que un viento fuerte me rompa el hilo que nos une, a que el viento la distancie demasiado de mí, a no poderla mantener cerca. Temo al aburrimiento del juego, a la pérdida de la emoción.
Empiezo a sentir que se me resbala y todavía no ha llegado el mal tiempo.
¿Cómo se gana en este juego de cometas?