......ffffuuuu...Giro la llave. Parece que ha entrado con normalidad. La puerta se abre casi sin dificultades, no chirría, menos mal; pero sí arrastro algunas cartas sin recoger de las que me colaban por debajo de la puerta. En la mesilla del recibidor otras muchas de las cartas; algunas abiertas dejaban entrever comentarios de mis visitas, las de aquellos buenos tiempos. Todo está tal y como lo dejé.
¿Por qué dejaría de cuidar este lugar? Tan mío y tan acogedor que venía siendo...
Pasé al salón. Levanté persianas y le volvió a entrar aquella claridad que me daba tantísima paz, aquella sintonía de inspiración fugaz, aquellos ratos de reflexión y de té con pastas. Montones de folios en sucio en el sofá, unas cuantas bolas de papel en la papelera, rotuladores en el lapicero, manchas de tinta en el tapete de la mesita y un cuaderno lleno de montoncitos de letras.
Ojeando, me eché unas risas yo sola con algunas de las ocurrencias. Realmente lo recordaba así, pero sin los detalles de tesitura. Siempre me gustó rondar por mi rinconcillo y marcarme un nuevo orden en el montón de letras. Hacía tiempo que no pasaba por akí.
Un vecindario animadito, activo, interesante de pasear, interesante de visitar en ratos libres. Es increíble cómo cambian los tiempos, increíble cómo mueven las tendencias. Ahora todo el mundo está en las grandes ciudades como Tuenti o la facinantemente inmensa Facebook. ¿Quién no se montó su apartamento allí? chalets de categoría, adosados, rascacielos con cientos de vecinos, galerías de arte, centros sociales y comerciales que no te los acabas (en los que sí que encuentras de todo, de ahora, de ante); verdaderos museos y centros de ocio interactivo. Parece increíble cómo la gente se engancha y se adapta a las nuevas formas de vida NETropolitanas.
Yo también me dejé llevar por las "redes" de arrastre, me acabé montando un apartamentito en Facebook (en Tuenti me conformé con un loft acogedor y pequeñito, tampoco mucha gente sabe que lo tengo, así que las visitas son las justas). En Facebook tengo prácticamente todo lo que tenía y más. Las visitas son constantes. Los encuentros son lo más valioso de estos grandes lugares, y las distracciones son tantísimas que a veces no te acuerdas de que podrías estar haciendo otras cosas de más provecho. Es genial para quedar con los amigos, hablar, reirte, cotillear sobre el vecino y enseñar tus mejores galas; pero a veces el gentío es abrumador y tienes que cerrar persianas una temporada para simular que no estás disponible por una temporada, simular que te fuiste de vacaciones. Y en realidad estás a oscuras ahí dentro, a luz de vela pensando en que hoy tampoco te apetece salir a que te vean.
Un día de esos recordé que es lo que solía hacer en mis ratos de soledad. Abriendo uno de mis cajones encontré mi estuche. Recordé que era entonces cuando chupaba y roía mis bolis mientras organizaba mis post-it's mentales y otras notas existenciales. Y de repente me entró morriñcolía de jugar a crear montoncitos de letras. En estos dos años a penas me dí cuenta de que había dejado mis mejores hábitos como diseñadora de vocablos, especialista en Poster's-critos. Resulta que mis mejores decoraciones, mis pequeñas creaciones, las que hacían el ambiente más acogedor; se habían quedado aquí, en la casita de campo de Blogspot.
La puerta se abrió a golpe de viento. Papeles al aire y revuelo de letras. El airecito de verano entraba por la puerta y yo volvía a tener las letras tiradas por los suelos. De un bote me levanté del sofá y por patosidades de la vida le dí un manotazo a algo.
De nuevo un olor fuerte a tinta. De la negra, seguro. Y entonces me di cuenta... había vuelto a volcar el Tintero.
¿Por qué dejaría de cuidar este lugar? Tan mío y tan acogedor que venía siendo...
Pasé al salón. Levanté persianas y le volvió a entrar aquella claridad que me daba tantísima paz, aquella sintonía de inspiración fugaz, aquellos ratos de reflexión y de té con pastas. Montones de folios en sucio en el sofá, unas cuantas bolas de papel en la papelera, rotuladores en el lapicero, manchas de tinta en el tapete de la mesita y un cuaderno lleno de montoncitos de letras.
Ojeando, me eché unas risas yo sola con algunas de las ocurrencias. Realmente lo recordaba así, pero sin los detalles de tesitura. Siempre me gustó rondar por mi rinconcillo y marcarme un nuevo orden en el montón de letras. Hacía tiempo que no pasaba por akí.
Un vecindario animadito, activo, interesante de pasear, interesante de visitar en ratos libres. Es increíble cómo cambian los tiempos, increíble cómo mueven las tendencias. Ahora todo el mundo está en las grandes ciudades como Tuenti o la facinantemente inmensa Facebook. ¿Quién no se montó su apartamento allí? chalets de categoría, adosados, rascacielos con cientos de vecinos, galerías de arte, centros sociales y comerciales que no te los acabas (en los que sí que encuentras de todo, de ahora, de ante); verdaderos museos y centros de ocio interactivo. Parece increíble cómo la gente se engancha y se adapta a las nuevas formas de vida NETropolitanas.
Yo también me dejé llevar por las "redes" de arrastre, me acabé montando un apartamentito en Facebook (en Tuenti me conformé con un loft acogedor y pequeñito, tampoco mucha gente sabe que lo tengo, así que las visitas son las justas). En Facebook tengo prácticamente todo lo que tenía y más. Las visitas son constantes. Los encuentros son lo más valioso de estos grandes lugares, y las distracciones son tantísimas que a veces no te acuerdas de que podrías estar haciendo otras cosas de más provecho. Es genial para quedar con los amigos, hablar, reirte, cotillear sobre el vecino y enseñar tus mejores galas; pero a veces el gentío es abrumador y tienes que cerrar persianas una temporada para simular que no estás disponible por una temporada, simular que te fuiste de vacaciones. Y en realidad estás a oscuras ahí dentro, a luz de vela pensando en que hoy tampoco te apetece salir a que te vean.
Un día de esos recordé que es lo que solía hacer en mis ratos de soledad. Abriendo uno de mis cajones encontré mi estuche. Recordé que era entonces cuando chupaba y roía mis bolis mientras organizaba mis post-it's mentales y otras notas existenciales. Y de repente me entró morriñcolía de jugar a crear montoncitos de letras. En estos dos años a penas me dí cuenta de que había dejado mis mejores hábitos como diseñadora de vocablos, especialista en Poster's-critos. Resulta que mis mejores decoraciones, mis pequeñas creaciones, las que hacían el ambiente más acogedor; se habían quedado aquí, en la casita de campo de Blogspot.
La puerta se abrió a golpe de viento. Papeles al aire y revuelo de letras. El airecito de verano entraba por la puerta y yo volvía a tener las letras tiradas por los suelos. De un bote me levanté del sofá y por patosidades de la vida le dí un manotazo a algo.
De nuevo un olor fuerte a tinta. De la negra, seguro. Y entonces me di cuenta... había vuelto a volcar el Tintero.
